Loreto es el querendón de todos.
Cuando le dije quiero entrevistarte su respuesta fue súbita y afirmativa. Aguardé con entusiasmo la mañana en la cual navegar su vida, festejar sus logros y conocer el motor de su tenacidad serían mi encomienda.
Y, así fue.
La brisa soleada del sábado matutino auguraba un encuentro auténtico cuando lo divisé. Allí estaba: concentrado, recogiendo escombros en la parte posterior de un almacén mediano.
Bibiana vamos! - Loreto vamos!
Caminamos con pisada ligera para no perdernos nada. Nos sentamos en un sofá largo, bajo una carpa blanca y en la superficie de un terraza- madera. En el horizonte cuatro jugadores de tennis playero figuraban como escena de teatro olímpico.
“Mi nombre completo es Loreto Mejía. Bueno, Mejías con la eSe porque aquí se la pusieron en el registro”. Hace una pausa conmovido, y observo en sus ojos-canicas viajar en su memoria. Agrega con precisión: “Somos 16 hermanos, entre ambos. Tengo 8 de madre, 8 de padre”.
Loreto Mejía con eSe - nombre de pila en su Puerto Rico adoptado - nació en República Dominicana un 10 de diciembre. Es Sagitario y tuvo siempre en la provincia de Samaná, el mar como referente.
Es un hombre alto y corpulento. Habla con sus manos, que tienen una arquitectura áspera, bañada en tesón, en lunares de sol - y relata corazón adentro:
“Mi vida es el trabajo y hacerlo bien. Desde los siete años comencé a trabajar en fincas de coco y con ganado”. Era estupendo en las matemáticas y saltó grados hasta que pudo. De adolescente supervisó una finca en Miche, pueblo donde emigra para apoyar económicamente a su familia. Honrar los pasos de su madre Elena fue su mejor pedagogía.
“Mamá siempre procuró que todos tuviéramos comida en la mesa”. La emuló trabajaba jornadas incansables, y fue abriendo paso tanto en tierra como mar. Pero la necesidad de sobrevivencia, de escapar condiciones paupérrimas en la hermana isla antillana, lo impulsan a cruzar con valentía el vasto océano en yola en busca de posibildades.
Loreto cuenta que el primer viaje a Puerto Rico fue nefasto. Como tantos otros hermanos y hermanas dominicanas, él también fue preso del engaño, de la trata humana, de seres humanos de raza escoria.
Pero la segunda vez la travesía nauta triunfa, gracias a un amigo que había sido “mi competencia en conquistas de mujeres”, pero cuya solidaridad al progreso colectivo superó cualquier diferencia. Esa solidaridad marcó su evolución en la isla boricua.
En Puerto Rico, Loreto laboró campo adentro en Las Marías, recorrió varios pueblos citadinos trabajando en la industria de seguridad durante las noches, y de día como jardinero. Igualmente sus destrezas de hombre proactivo entre trabajos, lo convirtieron en un “hacedor de todo” y fue administrador de mantenimiento en varios negocios de familia.
Pero tras la pandemia, y tanto correr se ancla en la comunidad deportiva de Riviera, entre Guaynabo-Bayamón, donde es administrador de mantenimiento. Donde todos los amantes del deporte de raqueta y bola, saludan al Querendón, al Guardián de las canchas y de sus áreas verde monte.
En su trayectoria de incansable labor, Loreto también vivió una breve estadía en Pensilvania. No obstante, prefiere olvidar el frío ‘corta-huesos’. Ahora visita en mejores temporadas climáticas, siempre y cuando haya cumplido con sus obligaciones laborales.
En Estados Unidos tiene nietos de su hija Lorena y su hijo Lorey. Pero es en su Puerto Rico donde es propietario de una casa adquirida con ahínco y sudor honesto. La tenacidad de su madre, la fé en Dios, y el saber que “siempre me acompañan” es indudablemente su motor.
Lo escucho y quiero seguir escuchándolo.
Pero es tiempo de laborar y seguir podando los mangles plateados que abrigan las gradas en cemento que ‘parecen sonreírnos’ a quienes jugamos en canchas de arena urbana. Agradecemos el junte con una mirada plena.
Agradecemos juntos el ahora, el sol de la mañana sabatina, y sellamos el coloqui con un abrazo apretado.
Hoy al redactar celebro en palabras, a un hombre genuinamente alegre con su verdad.