Valentía Antillana

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Navegar en ruedas la carretera de Piñones hacia Loíza es avistar una costa irrepetible. La paleta de azules que bordea la arena en marrones cambiantes es vibrar en tierra antillana. Es un privilegio para la vista, un despertar a lo nuestro.

Conduzco observando un panorama que no es novel para mis ojos, pero siempre sabe maravillar. Disfrutando mis alrededores viajo en el tiempo y procuro tener ambas manos sobre el guía porque la experiencia me lo ha enseñado. Han sido múltiples las colisiones con objetos inamovibles, y distraerme no es una opción. Así que, embotello imaginariamente la explosión de sentimientos que siento corazón adentro.

Voy a ver a Julia Nazario Fuentes: la Alcaldesa de Loíza; una mujer tejedora de redes humanitarias; consejera de un pueblo que bulle con lo más íntimo de nuestra cultura; una profesional de cinco estrellas al cien; y una aliada incansable de la justicia social.

Julia es una fuerza propia de la naturaleza antillana, y según reza La Biblia - uno de sus libros preferidos - su nombre significa “la paz de Dios para los cansados”. Cinco letras - dos consonantes y tres vocales, que asimismo honran la memoria de la poeta Julia de Burgos - otra mujer de vanguardia que inmortaliza el Río Grande de Loíza en su obra literaria. Ese misterioso cuerpo de agua tornasol que abraza la entrada de este pueblo como centinela. Como una oda a la vida y sus inciertos.

Sonrío hacia mis adentros - es un milagro que con tantos pensamientos – llegara ilesa hasta la Alcaldía. Sobre todo porque cuando pasaba el puente hacia Loíza, la diplomática en mí, saludó efusivamente desde la ventana del conductor las banderas amigas ondeando un reencuentro.

Escuché su voz a leguas, y al identificarla nos saludamos en el pasillo. Caminamos hasta su oficina como en los viejos tiempos. En los tiempos que gozaba del privilegio de ser su aliada en una misma causa: los derechos humanos de nuestra niñez y juventud.

Pero esta mañana tenía el reto de plasmar una vida legendaria.

Julia me relata que a los seis años su padre murió asesinado en las calles heladas de Nueva York, ciudad donde vivió parte de su infancia. Y, su familia como millones de otras catalogadas como inmigrantes partieron al norte en búsqueda de posibilidades. En su caso con un pasaporte de peculiar idiosincrasia. Era y no ciudadana de un país gigante. Nueva York y el asesinato de su padre quedaron sellados en su memoria como un lúgubre témpano hasta la adolescencia.

Regresa con su madre y hermana a Puerto Rico y crece en dualidad con ella misma. Por un lado, reconocía la grandeza de una madre luchadora, por otro resentía su ausencia en una época de sobrevivencia. Por un tiempo, Julia vertía la culpa del asesinato de su padre a su madre hasta que encontró tregua adentrándose en estudios bíblicos. La Biblia, afirma con sus ojos azul cielo, fue “mi ancla” en momentos en los que, adolecer ante el desafío de crecer es etimología cierta en la palabra adolescencia.

Julia leía la Biblia con su hermana mayor e hizo luego estudios biblícos. A sus 14 años, es elegida Presidenta del Congreso de Jóvenes de Puerto Rico de la Iglesia Universal. Ese liderazgo, el capturar a la juventud con su carisma, permanece siempre en ella. Julia transformaba -subconscientemente- la ausencia de un padre en un camino abierto.

Comenzó a observar distinto a su madre y su mirada suavizó -admiraba en ella su labor incansable como ayudante del Alcalde de Canóvanas y su disciplina como militante del Partido Popular Democrático.De hecho, en la era que los políticos no tenían redes sociales, y hacían sus campañas - casa por casa, ella sabía que don Rafael Hernández Colón estaba por llegar a su hogar cuando veía la manta de amapolas en el sofá de la sala. La manta florida auguraba un tiempo de recargar - era la sede donde el Gobernador descansaba entre las visitas, puerta a puerta.

Siesta, Café, Gracias, Abrazos y Seguir Andando.

Julia cuenta la anécdota como un capítulo del realismo mágico puertorriqueño. Las amapolas, (luego indagué por curiosidad botánica) se conocen como la flor del consuelo. Así que el consuelo de otros, siempre fue de su familia también. Tal vez en esas vivencias estriba su arraigo comunitario, su singular empatía.

Cuando muere su madre, ambas ya estaban en tregua, pero a los pocos meses matan a su tío. El témpano de hielo, el recuerdo del asesinato, lo revive en el clima caluroso de Puerto Rico. Pero debe seguir su camino.

Con notas sobresalientes ingresa a la Universidad de Puerto Rico – pero corre en ella la prisa y el deseo de escapar. Estudia comercio, consigue trabajo para sustentarse y se casa. Ese amor fue como una ola, llegó y se fue. Sufrió y a su vez aprendió a quererse más.

Termina con el ciclo de amor infructuoso y regresa a la Universidad como buena gallita. Espuela termina una Maestría en Orientación y Consejería con especialidad en adicciones. Ese conocimiento le permite - más tarde en su vida- socorrer a un ser querido y vencer la adicción. Triunfa asimismo en el mundo académico cuando decide hacer un Doctorado y adquiere Altos Honores. Julia es una mujer de laureles, determinada, persistente y perseverante. También es sobreviviente de una doble mastectomía y para quien sentirse mutilada jamás fue opción.

Anhelando la evolución de su país, Julia decide trabajar en el Departamento de Educación. Conoce desde adentro las complejidades del sistema, colabora con varias gobernaciones, pero queda cesanteada en uno de los cambios de administración.

“Ese fue un golpe bien duro. Nos marcaron de por vida”.

Sin embargo, no deja vencerse y consigue trabajo proveyendo servicio a las poblaciones vulnerables. Hace su tesis teniendo como norte acortar la brecha del estudiantado rezagado por vicisitudes de la vida. Al tiempo vuelve a laborar en el Departamento de Educación donde ostenta diversos cargos de liderazgo.

Teniendo la educación como zapata para el progreso de su pueblo, Julia entra en la política. Hace historia al convertirse en la primera mujer en ocupar la poltrona de Loíza tras 44 años de dominio del partido estadista. Hoy Julia sigue defendiendo su pueblo del estigma, del discrimen y la desmoralización. En sus planes no figuraba postularse para un tercer término, pero luego de los embates del huracán María, y los estragos de la pandemia, el renacer de Loíza es su prioridad.

Su esposo Félix Algarín, comerciante y aliado de vida, siempre la apoya. Julia confiesa que hubiera querido ser Secretaria de Educación, pero esa quimera quedará en el futuro de otros. Su compromiso con Loíza es inquebrantable.Me cuenta que escribió un libro y está planificando el segundo. Conversamos en tiempo sin tiempo, y el celular comienza a vibrar en su escritorio como pequeño saltamontes.

Nos despedimos con un abrazo apretado - y de reojo observo en su escritorio: un chavo prieto, una pequeña escultura de un guaraguao y un afiche que lee: Loíza florece verde marrón. Así es Julia -una mujer verde. Verde de esperanza y Marrón tierra, de raíces profundas, de valiente pisada, de saber enlodarse y trabajar insaciablemente.

Le preguntó cuáles son sus libros preferidos: El Quijote y Cien Años de Soledad.

“Bibiana las locuras de don Quijote son la vida misma”, y con esa cita en mente recorro nuevamente el puente de Loíza sobre ruedas, observo el Río Grande de Loíza y sus banderas ondean la sabiduría de una mujer que vive Paz en su Valentía

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