Sintió que la música se apagó en su mundo. La música que siempre había sido eje – timbal del buen gozo, del buen vivir y del agradecer en cada paso. Su único hijo falleció a los 33 años y todo a su alrededor enmudeció.
Fue una muerte sin aviso. Literalmente murió subitamente tras un efecto nefasto provocado por una presunta vacuna. Ella como profesional en el campo de la salud, conocedora del funcionamiento de los órganos del cuerpo lo aceptó: el ataque de corazón fue fulminante.
Fulminante también fue la prueba de sobrevivir una muerte que no es Ley de Vida. Porque nos enseñan - asegura la Dr. Carmen Medina“a hablar de la vida, pero no de la muerte, y es importante entender la muerte para entender la vida. Para aprender a sentir más allá de este espacio, para poder querer y para aprender a abrazar en la ausencia física”.
Ni tres minutos habían pasado cuando al sentarme en su despacho – rodeado de aros coloridos, columpios, bolas medicinales y catres - me dice: ‘tu hijo es bien especial. Nunca te dije, pero siempre que lo atendí, dibujaba en mí una sonrisa – es meloso como era el mío. Gracias por eso”.
Como madres, se nos estruja el alma, se nos exprimen los vivires. Entendiendo que nuestro cruce en vida trascendía una relación médico- paciente, transferimos nuestra conexión al plano humanitario.
Eran Bibiana y Carmen, una terapista de primer orden, que con el paso del tiempo escuchó nuevamente la música. Hoy se deja enroscarse en ella como alegria, como agradecimiento Caribe.
Su valentía es loable. Es admirable.
Aunque su único hijo había fallecido en tiempos de pandemia, en su adolescencia estuvo al borde de la muerte tras un accidente en alta mar. Era un chico de deportes extremos, sobre todo cuando de actividades nautas se trataba, y saltando en un vacío queda casi parapléjico. Fortuitamente luego de intervenciones quirúrgicas maratónicas y terapias intensivas, su hijo recupera a cabalidad.
Pero el trauma de ver a su hijo sobrevivir tuvo una secuela compleja familiar: su matrimonio no sobrepasó el accidente. Se consumieron en la incertidumbre del proceso. Lo aceptaron y amenamente bifurcaron rumbos, manteniendo como norte el rol de padres y amigos.
Sobrepasar las aguas inciertas, fue una odisea. Pero tener una zapata espiritual que tiene como mantra ‘todo es posible’ fue salvavidas. Aunque ello significara silenciarse para serenar las aguas, para amasar fuerzas. Amasa sus fuerzas centrándose en ella, en su trabajo, en sus diversos amores - el baile, la playa, la lectura - y en observar junto a su equipo a niños y jóvenes superarse contra viento y marea.
Ese destino de nadar sin importar el estilo -libre, de espaldas, de sapo, o casi ahogada - hasta alcanzar la orilla, la hace tenaz.
Una tenacidad que existe desde su nacer. Su familia es de Caguas y en su hogar, la excelencia académica y el servicio social fueron siempre banderas. Se gradúa con excelentes notas de Notre Dame y acude a la Universidad de Puerto Rico a estudiar medicina.
Decide sin embargo incursionar en el campo de la terapia por la atención al cuido, al detalle del progreso. Hoy es la mejor aliada de los galenos porque cree en la colaboración cuando construir puentes debido a la burocracia es trabajo arduo.
Posteriormene Carmen obtiene una beca en la Universidad de Boston y hace su maestría. Vive en el frío con un poco de temor ante el dominio de su inglés, pero lo logra. Y, se adentra en el campo de la biomecánica- porque es una mujer que ve lo que pocos ven hasta descifrarlo.
Este nuevo campo en la salud fortalece su sexto sentido cuando amarrar cabos en el desarrollo de cada paciente. Carmen es quisquillosa al ‘coser y descoser’ hasta tejer un mapa anatómico de lo que mejor puede alinearse para lograr un progreso óptimo de sus pacientes y familiares.
Fascinada por las ciencias de la salud, realiza estudios post graduados en la Universidad de Lomas Lindas, en California, y junto a otras tres mujeres patentan BioTots – una fénula creada para ayudar a los infantes y niños con diversas condiciones a sobrepasar sus retos utilizando la ciencia al servicio de su bienestar.
Su mejor consejo para los familares o encargados de sus pacientes es compartir la carga porque el progreso no es lineal. Estar emocionalmente preparado para cualquier desvío es fundamental. Es una carrera colectiva, no individual, en la cual ella junto al equipo estarán siempre en las gradas.
Son más de tres décadas laborando en su Puerto Rico – donde diarimente intenta armonizar el balance entre la abundacia de terapias, en liderar y administrar su oficina, en ser conferenciante y en barajar una vida personal.
Hoy vive ‘en tregua y en plenitud’. Su marido e hijo son un pasado presente. Continua disfrutando su trabajo y agradece a su hermana - su polo opuesto – por ser su sostén.
El tiempo corre y es hora de recibir a un infante.Nos despedimos con la promesa de una visita de mi hijo meloso. Y, reafirmo para mis adentros que Carmen es una mujer con profunda cadencia.